Cuando aprendí a manejar, uno de mis miedos más grandes era el de la subidas pronunciadas. Recuerdo que llevaba una semana desde que me dieron mi licencia de conducir, ingresé a un estacionamiento en un centro comercial. No me había fijado lo empinada que estaba la subida y en medio del trayecto hacia arriba el motor de mi vehículo se detuvo!!! Y lo que es peor, comencé a irme hacia atrás lentamente. Gracias a Dios no habían más autos detrás y pude llegar abajo retrocediendo sin problemas. Desde ese día le tuve mucho miedo a esas subidas.
Hace poco, Dios me dio la oportunidad de ir a Tocopilla, a una confraternidad de pastores y líderes. La ciudad está llena de cerros y pendientes muy pronunciadas. Y justo me pidieron que ayudará a manejar un vehículo para trasladar a los pastores que iban llegando.
Y ¿Sabes qué? Vencí mis miedos. Quedé curado de espanto, jajaja. Gracias al Señor no me pasó nada malo y pude realizar con éxito la misión. Además, eso me dio más confianza a la hora de enfrentar esas pendientes.
El mundo y la vida nos arrastran hacia el mal. Al igual que un auto en una pendiente cuesta arriba, tenemos que hacer un esfuerzo mayor de torque, ya que la inercia y la gravedad hacen su trabajo. Para avanzar en el camino de Dios, nos tocará hacer esfuerzos. Pero, recuerda que no es nada del otro mundo ni algo imposible de lograr. Porque Dios estará contigo y te ayudará a llegar donde Él quiere que estés. Sigue adelante y esfuérzate por alcanzar la meta que Dios puso en su perfecto plan para ti.
Todos los atletas se entrenan con disciplina. Lo hacen para ganar un premio que se desvanecerá, pero nosotros lo hacemos por un premio eterno. Por eso yo corro cada paso con propósito. No solo doy golpes al aire. Disciplino mi cuerpo como lo hace un atleta, lo entreno para que haga lo que debe hacer. De lo contrario, temo que, después de predicarles a otros, yo mismo quede descalificado.
1 Corintios 9:25-27 NTV
Dios te bendiga!!!
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