El discipulado da madurez y crecimiento, tanto en cantidad como en calidad, un evangelismo irresponsable produce niños que resultan creyentes superficiales y débiles. La iglesia, para su crecimiento, ha dependido de famosos que llenan estadios, donde, en su mayoría asisten creyentes acompañados de pocos amigos o familiares inconversos y pensamos que porque levantaron la mano y pasaron al frente, ya es suficiente para seguir y servir a Dios.
Muchos nuevos creyentes terminan abandonados y los pocos que se integran a una congregación se limitan a recibir unas clases de membresía local, pero no un discipulado formativo. Reciben una serie de clases para ser bautizados en agua, pero no son conducidos por un proceso de enseñanza para ser sumergidos en el conocimiento y vivencia de la paternidad de Dios, en el Señorío de Cristo, ni en la vida del Espíritu.
El discipulado es una reproducción de calidad, que asegura, que el proceso de multiplicación continuará de generación en generación. Es una tendencia humana, optar por la producción en masa, en lugar de la calidad de la artesanía. ¿Cuán a menudo has escuchado: «ya no se hacen las cosas como antes»? Y, ¿con cuánta frecuencia la respuesta es: «es que no es rentable»? Solamente un maestro especializado, demanda calidad por encima de todo. Su reputación está en juego con cada artículo producido, porque su nombre va envuelto en ello. Jesús fue el especialista en hacer discípulos, en razón a que los apóstoles que formó recibieron su impronta como su mejor obra de arte.
En el discipulado no hay lugar para la mediocridad. Hace dos mil años Jesús se dirigió a una gran multitud de seguidores y con una sencillez indeclinable declaró: Que quien no lleva su cruz y le sigue, no puede ser su discípulo. Jesús redujo a dos, las opciones de sus oyentes. Si la respuesta del hombre es la incredulidad, desobedece y muere, se convierte en enemigo de Cristo. Si responde en fe, obedece y se convierte en discípulo, muere a sí mismo y se reproduce, Cristo es el Señor de su vida.
Jesús no hablaba de otra alternativa. Y Cristo sabía que esta era la decisión más importante que cualquier persona pudiera tomar, así que, les advirtió que tuvieran en cuenta el costo. Y aun cuando pudiera parecer incomprensible, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.
El mandamiento transformador de Cristo, «sígueme», es tan ambicioso hoy en día, como lo fue en las orillas del mar de Galilea. No puede ser tomado a la ligera. Tu destino eterno descansa en tu respuesta. O retienes tus derechos, posesiones y tu vida actual, o entregas todo al señorío de Cristo, a cambio de manifestar la vida de Cristo y representar su reino eterno, donde se disfruta la justicia, la paz y el gozo de Dios.
Muchos nuevos creyentes terminan abandonados y los pocos que se integran a una congregación se limitan a recibir unas clases de membresía local, pero no un discipulado formativo. Reciben una serie de clases para ser bautizados en agua, pero no son conducidos por un proceso de enseñanza para ser sumergidos en el conocimiento y vivencia de la paternidad de Dios, en el Señorío de Cristo, ni en la vida del Espíritu.
El discipulado es una reproducción de calidad, que asegura, que el proceso de multiplicación continuará de generación en generación. Es una tendencia humana, optar por la producción en masa, en lugar de la calidad de la artesanía. ¿Cuán a menudo has escuchado: «ya no se hacen las cosas como antes»? Y, ¿con cuánta frecuencia la respuesta es: «es que no es rentable»? Solamente un maestro especializado, demanda calidad por encima de todo. Su reputación está en juego con cada artículo producido, porque su nombre va envuelto en ello. Jesús fue el especialista en hacer discípulos, en razón a que los apóstoles que formó recibieron su impronta como su mejor obra de arte.
En el discipulado no hay lugar para la mediocridad. Hace dos mil años Jesús se dirigió a una gran multitud de seguidores y con una sencillez indeclinable declaró: Que quien no lleva su cruz y le sigue, no puede ser su discípulo. Jesús redujo a dos, las opciones de sus oyentes. Si la respuesta del hombre es la incredulidad, desobedece y muere, se convierte en enemigo de Cristo. Si responde en fe, obedece y se convierte en discípulo, muere a sí mismo y se reproduce, Cristo es el Señor de su vida.
Jesús no hablaba de otra alternativa. Y Cristo sabía que esta era la decisión más importante que cualquier persona pudiera tomar, así que, les advirtió que tuvieran en cuenta el costo. Y aun cuando pudiera parecer incomprensible, muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con él.
El mandamiento transformador de Cristo, «sígueme», es tan ambicioso hoy en día, como lo fue en las orillas del mar de Galilea. No puede ser tomado a la ligera. Tu destino eterno descansa en tu respuesta. O retienes tus derechos, posesiones y tu vida actual, o entregas todo al señorío de Cristo, a cambio de manifestar la vida de Cristo y representar su reino eterno, donde se disfruta la justicia, la paz y el gozo de Dios.
Además, si no cargas tu propia cruz y me sigues, no puedes ser mi discípulo. »Sin embargo, no comiences sin calcular el costo. Pues, ¿quién comenzaría a construir un edificio sin primero calcular el costo para ver si hay suficiente dinero para terminarlo?
Lucas 14:27-28 NTV
No hay comentarios:
Publicar un comentario